miércoles, 13 de enero de 2010

Cantos del origen


Pocas veces es posible encontrar una cantante que investiga en el campo de la antropología. Es el caso de Silvia Barrios, quien ha desentrañado parte del significado que poseen las expresiones musicales en los pueblos indígenas wichi-mataco, chorote, nivaklé, chiriguano-chané, incluyendo la música andina y criolla, a través del espectáculo musical “Argentina indígena”, con participación de cantantes de las comunidades. Como fruto de esta experiencia vio la luz una edición discográfica bajo el nombre “Cantos del origen” disco doble que rescata antiguas canciones, muchas de ellas consideradas como repertorio prácticamente inexistente (Chorotes, Chanés y Wichís).
Se trata de un material altamente recomendado no solo por lo que implica el trabajo de recuperación con músicos anónimos (antiguas coplas, bandas de sicuris, cantos de carnaval, danzas, vidalas y cantos utilizados para ceremonias que rescatan antiguas leyendas) sino por lo que significa, en este contexto, la ejecución de su voz. Resulta admirable como, en una misma canción, Silvia Barrios pasa de un registro de soprano a una modulación gutural de anciana hechicera, para luego elevar una voz grave y potente, como poseída por un trance chamánico, respetando la lengua de los antiguos.
El disco recrea la sensación de estar inmersos en un monte, resulta revelador escuchar las ásperas voces de los Wichi-Matacos del Pilcomayo, Los Chorotes Montaraces y costeros o aquellas verdaderas leyendas vivientes del canto tradicional mataco como son Nohien y Ahnais entre otros.

Por otra parte la autora ha participado con un artículo en el libro “El lenguaje de los dioses”, obra compilada por Carlos Martínez Sarasola y Ana María Llamazares, donde resalta la enorme interrelación de la música ancestral chaqueña con los elementos de la naturaleza, produciéndose en algunos casos relaciones que alteran el equilibrio biológico, conectada a profundos estados de conciencia, conformando un estado de comunión.
Según señala Silvia Barrios, ciertos instrumentos musicales, entre los que se encuentran el quiasetsi (sonajero) que tocan los últimos chamanes chorotes montaraces, las anatas, las flautas de madera, el erke o la corneta, son utilizados para invocar o convocar los elementos, logrando la maduración de las cosechas mediante cantos hipnóticos realizados durante las ceremonias.
En Derqui se tiene conocimiento, según testimonio de Mauricio Maidana, que la ejecución del n’viqué, violín de lata toba, logra imitar el canto de los pájaros o incluso, como asevera Valentín Moreno, el tono de las personas.


Hay un caso muy particular que Silvia Barrios cita en su artículo:
Se trata de Lojchipena, un músico chorote participante del espectáculo “Argentina Indígena”, que se negaba a cantar “la canción de la lluvia”, de su autoría, aduciendo que si la ejecutaba se iban a mojar los equipos de sonido, porque su sola entonación provocaba la lluvia, según hizo entender. Silvia insistió con el pedido, Lojchipena se encogió de hombros y empezó a cantar la canción. Al poco tiempo todos quedaron perplejos, ya que afuera del teatro donde estaban haciendo la prueba de sonido, apenas terminado el tema, se desató un fuerte aguacero que obligó a buscar refugio a todos los otros músicos.

Enorme complejidad que encierra un canto milenario para lo cual solo cabe el asombro.
A modo de anécdota, cuando el espectáculo “Argentina Indígena” se presentó en Cosquín, a cielo abierto, todos prefirieron que Lojchipena no cantara esa canción…

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