sábado, 17 de marzo de 2012

La biblioteca como construcción social de la memoria


Estimados amigos

Se difunde a continuación una parte del artículo denominado “Circuito de producción documental en bibliotecas indígenas: experiencia de trabajo en la Biblioteca Qomllalaqpi” que pretende significar la representatividad de la biblioteca indígena con respecto a la creación, preservación y difusión del patrimonio cultural intangible, considerándose el fortalecimiento de la identidad, la recuperación de conocimiento comunitario y la valorización de la memoria, mediante la implementación de un circuito colectivo de trabajo realizado en forma interdisciplinaria entre la comunidad académica y las familias indígenas. El trabajo intenta ejemplificar el rol de la biblioteca en contextos multiétnicos, mediante la construcción y desarrollo de una colección de audio con testimonios orales endógenos, significando las prácticas de lenguaje y la representación técnica de conceptos ajenos a la cultura.

El mismo será publicado en una versión reducida en G+C, revista de gestión cultural española perteneciente al sitio Cultunet, y en forma completa en la revista Fuentes (Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia). Posteriormente será incluido en el Repositorio Digital e-LIS e-prints in library & information science.

Atentos saludos.
Daniel Canosa
Bibliotecólogo. Docente-investigador
canosadaniel@yahoo.com.ar
www.qomllalaqpi.blogspot.com
www.desdeamerica.org

La biblioteca como construcción social de la memoria

Analizando en un sobrevuelo el contexto latinoamericano, podemos advertir un ejemplo concreto de espacio comunitario representativo en las denominadas malocas, verdaderas casas de la memoria de las culturas indígenas pertenecientes a la amazonía colombiano-brasileña, punto de encuentro de ancianos que utilizan la palabra y el conocimiento oral, para dar testimonio de la cultura. Según lo explica Fernando Urbina (Urbina, 2009), quien compartió experiencias comunitarias con paisanos huitotos y muimanes entre otros, las malocas son entendidas como duplicados del universo, duplicados hechos a escala del hombre, pero que comprenden (resumen, sintetizan) la idea de totalidad. Es el lugar ritual por excelencia, la síntesis Universo-Memoria, donde el abuelo se encuentra sentado en el mambeadero (útero de la madre-maloca), engendrando la palabra, (el saber) a la comunidad. Suelen ser frecuentados en rituales (eventos cósmicos totalizadores) como también en tareas colectivas de interés comunitario.
La construcción de una maloca no puede ser arbitraria, debe respetar la ubicación de las estrellas y realizarse según el criterio arquitectónico indígena, de lo contrario, una maloca puede “deteriorar el paisaje”.

Estas reflexiones alimentan la idea de pensar bibliotecas como malocas, sin embargo es necesario proponer un círculo de discusión con los representantes de las comunidades, porque suele ser común, en diversos campos disciplinares, encontrar “recetas” de cómo se deben hacer las cosas, incluyendo un tono paternalista o una ausencia absoluta de interés genuino en el tratamiento de los problemas que se pretenden solucionar. En muchos casos el compromiso se traduce en una ayuda que exige a la vez mantener una distancia, en el fondo dicho accionar habla de “ellos” como parte de algo que no incluye el “nosotros”.

En el caso de las malocas se presenta la siguiente disyuntiva: un bibliotecario podría, considerando el carácter oral de la cultura, y la progresiva pérdida de la lengua materna, proponer la construcción de un espacio entendido como biblioteca o casa de la memoria, ya sea para evitar que la lengua se pierda, para recoger prácticas lingüísticas y/o comunitarias, o para registrar mediante archivos orales cada encuentro o reunión de la comunidad. Sin embargo, y a pesar de las buenas intenciones, la implementación de servicios bibliotecarios dentro de dicho espacio puede provocar en los ancianos la percepción de un “deterioro del paisaje”, incluso desde el punto de vista endógeno. Es preciso considerar la figura de un círculo para construir desde el disenso una mutua aproximación, que complemente y dinamice la noción de cultura.

Se pretende conceptuar una coexistencia de las ideas. En gran parte de las comunidades indígenas de América Latina, el saber oral, transferido entre personas pertenecientes a una misma cultura, adquirió con el tiempo un conjunto de connotaciones simbólicas que a su vez representaban un patrimonio y un sentido determinado. Esos contenidos, atravesados por múltiples problemáticas sociales, han fortalecido y a la vez modificado los aspectos mitológicos de la cultura, alcanzando un punto de fijeza y representación a través de los testimonios generados por los consejos de ancianos, caciques y chamanes, quienes en algunos casos han tenido la necesidad de resguardar dichas expresiones.

Así también existen ejemplos de comunidades que no han considerado la necesidad de contar con bibliotecas, que no han experimentado un sentido de pertenencia por parte de la cultura, o una necesidad de apropiación por un espacio que históricamente se lo asumió como un concepto ajeno, incomprensible, del cual se desconoció su sentido, su función. En estos casos lo que la comunidad sabe, simplemente se conservará en algún lugar de la memoria colectiva. Por lo tanto, aún reconociendo que el accionar de la disciplina puede evitar la perdida de alfabetos, de favorecer la lecto-escritura bilingüe, de conservar conversaciones en lengua materna mediante archivos de audio, de recoger y salvaguardar prácticas ancestrales o interpelar problemáticas comunitarias, todo esto que desde una vereda semeja un beneficio puede transformarse, cuando no se propone una construcción sincera, en una lenta imposición. Por ende la intervención debe ser analizada críticamente, sin paternalismos de ninguna clase. En dicho contexto queda desterrada la idea de accesibilidad del documento, precisamente porque no se resguarda en un soporte, la noción de conservación quedará limitada al recuerdo de cada oyente. Por lo tanto la idea de biblioteca debe ser consensuada, planificada, desarrollada. La construcción “de un nosotros” solo es posible con un sentido definido de hacia dónde se pretende llegar, un compromiso asumido para colaborar en la solución de los problemas manifestados, ya sea desde situaciones internas como de aquellas generadas por instituciones que debilitan su sistema de creencias y su educación, como ocurre con algunas iglesias e institutos educativos, y nada de todo esto es posible sin diálogo. Ya lo decía, brillantemente, Fernando Urbina “hablar es, en el fondo, hacer interculturalidad”. Toda biblioteca debería ser un instrumento de construcción social, un espacio para la conversación y la reflexión, resguardando manifestaciones locales que permitan ofrecer un espejo desde donde reflejar comprensivamente otras realidades. De lo contrario se trataría de una contemplación ajena, una mirada enciclopedista, generada desde un sobrevuelo, ofreciendo una verdad relativa (y en muchos casos bajo un enfoque racista, propio de sociedades que se asumen o se saben superiores o diferentes). La lógica intercultural supone un entrecruzamiento pero también una confrontación, generando aparatos críticos que permitan transformar el espacio de la biblioteca en un lugar donde coexistan los diferentes sistemas de pensamiento, un punto de encuentro de las familias, un enfoque interdisciplinario de construcción local.

Las familias pertenecientes al Centro Comunitario Daviaxaiqui, analizadas en este trabajo, no conocen práctica alguna de traspaso de conocimiento en forma escrita. Por lo tanto habilitar la idea de biblioteca como casa de la memoria requiere propiciar un acercamiento hacia los llamados libros vivientes, considerar la representación de la producción documental endógena, y analizar el rol social del bibliotecario en contextos socialmente vulnerables.