jueves, 25 de febrero de 2010

El concepto "Biblioteca Indígena"


Según las conclusiones elaboradas en el "Encuentro Latinoamericano sobre la Atención Bibliotecaria a las Comunidades Indígenas" -de vital importancia para comprender el trabajo comunitario en una diversidad cultural- una biblioteca indígena, bilingüe e intercultural debería ser:
  • Un centro de documentación interétnica orientado fundamentalmente a la cultura propia, abierto a la cultura nacional y universal.
  • Un centro de acopio de la información necesaria tanto para actividades informativas y formativas comunitarias como para el funcionamiento adecuado de procesos educativos.
  • Un lugar donde se produzcan los materiales documentales pertinentes, informativos en general, y de apoyo al trabajo educativo formal o no formal, que facilite o permita la apropiación de la herramienta de la lecto-escritura.
  • Un recinto que incluya un espacio para registrar, recuperar, recopilar, crear y recrear aquellos testimonios tangibles que evidencian el patrimonio cultural de los pueblos indígenas.
  • Un espacio donde se registre, estudie, sistematice y difunda el patrimonio intangible, incluyendo los conocimientos ancestrales organizados en diferentes formatos.
  • Un local donde se desarrollen colecciones de literatura indígena con énfasis en la producción americana y la dirigida al público infantil.
  • Un lugar que debe contar con un acervo básico (a desarrollar) en lengua materna y bilingüe, que apoye los procesos de educación formal e impulse la producción de nuevos materiales locales.
  • Un centro cuyo personal responsable deberá ser apoyado con formación técnica interdisciplinaria que tome en cuenta las características y necesidades de la propia biblioteca y de las comunidades.
Es deseable realizar algunas apreciaciones que ofrezcan un marco de análisis con respecto a la utilización indiscriminada del concepto. Muchos descendientes de pueblos originarios (en especial migrantes desplazados en centros urbanos) pueden llegar a suponer que la documentación personal que poseen sobre la cultura (fotos, relatos fotocopiados, revistas, registro de ceremonias y folletos entre otros, incluyendo artefactos musicales y artesanías) les otorga elementos para autocalificarse como representantes de "bibliotecas indígenas", cuando lo que están ofreciendo es en realidad una difusión de sus expresiones culturales.
Es innegable que se trataría de un material idóneo para la colección de una biblioteca indígena, de hecho muchos en la comunidad de Derqui, y otras comunidades, tienen un ingreso económico por este tipo de servicios, incluyendo siempre la venta de artesanías. Lo que ocurre es que en algunos casos se bastardea el concepto y se confunden las aguas.

Aún hoy la colección impresa es motivo de reflexión, por el rol que viene a desempeñar para la comunidad, buscando significaciones en cuanto a la función que cumple, en una población que históricamente no los ha necesitado.
El puente hacia otras sociedades implica una apertura, en este caso la colección representa una integración. La producción documental imprimirá un rasgo genuino que permita un intercambio, un modo de conocerse, un espacio de difusión.

Hay otros casos para analizar:
Hay quienes suponen que contar en los acervos con materiales escritos en Lengua castellana, donde nos cuentan historias y leyendas “de indios”, o poseer algunos diccionarios bilingües y revistas de antropología, alcanza para denominar a una unidad de información "biblioteca indígena", esto simplemente reduce ha un aspecto básico los diferentes elementos, servici0s y colecciones con que debe contar este tipo de institución, y coloca en una misma bolsa a las bibliotecas públicas que se encuentran dentro o cerca de comunidades indígenas.

Del mismo modo algunas instituciones indigenistas ofrecen acceso a “bibliotecas indígenas virtuales” favoreciendo la disponibilidad de pequeñas colecciones que en ocasiones son registros analíticos de una única publicación periódica, por lo general especializada en asuntos indígenas, de valiosa contribución para quienes se encuentren interesados en acceder a información actualizada sobre poblaciones aborígenes, pero insuficiente como para justificar que un catálogo en línea fundamente la denominación "biblioteca indígena".

Hay otros casos y situaciones. Estos ejemplos no se citan para generar críticas sino para complementar ideas que tal vez contemplen algunas de las conclusiones analizadas en el congreso mexicano, hace ya diez años…

Bibliografía recomendada: Encuentro Latinoamericano sobre la atención bibliotecaria a las comunidades indígenas. Memoria -México: UNAM/CUIB, 2000

Nota: la imagen de esta entrada corresponde a un trabajo denominado “Aspectos Lingüísticos a considerar en Bibliotecas dirigidas a las Comunidades Indígenas Mexicanas” de María del Rocío Graniel Parra. Métodos de Información · Vol 6 - Nº 32-33 · Septiembre 1999

miércoles, 24 de febrero de 2010

El canto ancestral


Una noche de carnaval, Leda Valladares estaba durmiendo en Cafayate, provincia de Salta, cuando la desvelaron tres mujeres que se pusieron a cantar bagualas cerca de su balcón. Le llamó la atención la potencia de esas voces, el misterio de ese canto. Desde ese momento, esta poetisa, cantora, compositora, etnomusicóloga y folcloróloga argentina dedicaría toda su vida a rescatar expresiones artísticas en comunidades indígenas y rurales.

Un trabajo fundamental en esta área es el documento titulado "Mapa Musical de la Argentina" fruto de un extenso recorrido de la artista por pueblitos del noroeste argentino, grabando precariamente las voces de los copleros para recuperar un invaluable patrimonio artístico de expresiones musicales autóctonas que se estaban perdiendo (actualmente algunos de esos géneros han desaparecido del repertorio popular, entre ellos el triste, el sereno, el gauchito y el yaraví, lo que prueba el valor del trabajo de recopilación).

Esta obra, integrada por ocho discos, intercala canciones con textos. El canto con caja, ese instrumento de percusión que supo acompañar las ásperas voces de copleros, bagualeros y vidaleros, muchos de ellos peladores de caña, domésticas, agricultores, pastoras y albañiles, fue definido por Valladares como un "Canto de tripas y plexo solar opuesto a todo lo que pueda ser canto de cabeza. Para expresarse el hombre de campo no tiene límites cuando canta, recurre a una maraña de explosiones guturales y se expande hasta la plenitud."

La musicóloga, consciente de que muchas de las expresiones artísticas se estaban perdiendo, comenzó a visitar pequeños pueblitos asistiendo a los carnavales, peñas folklóricas y comparsas donde quedaban noticias de estas personas entonando canciones en las calles y caminos. Asimismo enseñó en las escuelas del noroeste, Cuyo y Buenos Aires, los diferentes registros musicales según el área geográfica, desde chacareras anónimas, vidalas santiagueñas en quechua, hasta bagualas entonadas con la sola compañía de una caja, generando la conformación de un mapa musical no registrado hasta el momento.

Quedan sus trabajos: "Documental folklórico de la Quebrada de Humahuaca", "Documental folklórico de Tucumán (cantores de patio y de los valles), "La montaña va a la escuela" (con alumnos de escuelas del noroeste), "Manantiales del canto" (Argentina en cerros y llanos) y cuatro documentales folklóricos de Cuyo, Salta, Santiago del Estero y Buenos Aires.

Muchos autores han valorado el espacio de la etnomusicología en aquellas bibliotecas que cuentan entre sus usuarios con miembros pertenecientes a culturas originarias.

En Derqui aún se practican cantos ancestrales ejecutados con el N'viqué (violín de lata toba) como también instrumentos de percusión y recreación de danzas tradicionales. En este caso es preciso incluir los trabajos de investigación de músicos no pertenecientes a la cultura, pero que enriquece un espacio de intercambio y aprendizaje, necesario para tender un puente y preservar conocimiento.

En la comunidad la música ocupa un lugar esencial, mismo desde los chicos, muchos de ellos a pesar de ser cultores del "reggeton" y la cumbia villera, han demostrado interés por los talleres de percusión del grupo lanaqnaqom y las ejecuciones de Mauricio Maidana.

Sin embargo hay casos emblemáticos como el de Juan Chuna, para muchos el mejor cantante qom de la comunidad, que por razones de elección personal (conversión al evangelismo) dejó de cantar en su lengua. Muchos en broma dicen “a Chuna lo perdimos” pero guardan esperanzas de que algún día vuelva a cantar como pocos lo han hecho.

Ojala su voz quede grabada en la biblioteca…

martes, 23 de febrero de 2010

Colaboradores


Se han incorporado a la Biblioteca Qomllalaqpi cuatro colaboradores, estudiantes y/o egresados del Instituto Superior de Formación Docente N° 35 de Montegrande: Karen Coria, Sandra Marina, Mónica Maucieri y Adolfo Winkler. Actualmente se encuentran realizando tareas de catalogación, búsqueda bibliográfica y trascripción de documentos orales. A su vez, ellos se suman a las tareas que desde hace un tiempo vienen realizando Nancy Bentivegna, mi mujer, bibliotecaria egresada de la UBA e Itatí Miño, estudiante de Bibliotecología de la misma Universidad, quienes realizan tareas de catalogación de libros, publicaciones seriadas y documentos de la comunidad del Centro Daviaxaiqui.

Los mencionados colegas, quienes se han sumado por su propia voluntad, con ganas de involucrarse en el proyecto, vienen a reforzar con su ejemplo el rol social del bibliotecario, sumados a una tarea colaborativa buscando brindar un servicio a la comunidad.

Aprovechamos para agradecer la enorme ayuda, siempre desinteresada, de Javier Areco, amigo de la casa que cada vez que fue consultado nos brindó toda clase de respuesta.
Cordiales saludos.

lunes, 15 de febrero de 2010

La lengua Qom


Es sabido desde hace tiempo el interés de la Cooperativa Trabajo Aborigen Na’añaGak (Biblioteca Qomlaqtaq de Rosario) de realizar un congreso de lengua qom que le otorgue a los paisanos la posibilidad de discutir variantes dialectales, prácticas lingüísticas que permitan establecer estandarizaciones ortográficas en torno a la lengua. Los casos de encuentros lingüísticos en bibliotecas o universidades tuvieron, en la mayoría de los casos, a los indígenas sentados en las butacas. Si bien no deja de ser valioso el aporte por parte de investigadores sería interesante que los lingüistas les otorguen un espacio más significativo, de verdadera participación y expresión.

En el último encuentro de la lengua Qom realizado en la Biblioteca Nacional resultó muy aplaudida una intervención de un chaqueño, pidiéndoles a los lingüistas que estaban exponiendo, que dejaran de dirigirse a ellos como “tobas” y como “tribus”, que eso había quedado en desuso hace años. Parece que hiciera falta aclarar que “toba”, término impuesto por los españoles, significa “frentón”, y que acercarse a estas personas como unidades de análisis extiende aún más la brecha social que los termina relegando a los lugares más marginales.
Ciertamente muchos hombres y mujeres, arraigados a la cultura qom (tal el caso de Gabina Ocampo, perteneciente al linaje Qollaĝa y Sheu’ del Pueblo Qom), han podido expresarse y elevar una voz en encuentros compartidos con profesionales de distintas disciplinas, mismo en el encuentro de la Biblioteca Nacional los organizadores han tenido la virtud de cederle un espacio a Gabina para contar su propia historia y su defensa de la lengua originaria.

Existen preocupaciones por parte de los ancianos en el tratamiento de cuestiones lingüísticas, ya que la unificación de criterios permitiría la publicación de textos sobre la cultura Qom que puedan ser comprendidos por los diferentes grupos que han migrado del Chaco y que conservan modos de expresión que difieren con sus regionalismos y adaptaciones.
Un libro que suscita controversias en cuanto a la gramática es la traducción toba de la Biblia [Dios nvita na shiyaxauapi. Nuevo testamento en toba. Sociedad Bíblica Argentina: Corea del Norte, 2004] donde la utilización de la letra D resulta para los Qom una imposición de lingüistas ajenos a los conocimientos de la comunidad, mientras que la letra R, en algunas palabras, representa el idioma puro (no considerado en el texto). También ocurre esta dicotomía con la utilización de la letra G en vez de la X.
A modo de ejemplo que permita ilustrar esta controversia, fue posible constatar terminologías que para las distintas comunidades qom significan lo mismo pero que se escriben en forma diferente, según la provincia en la que están ubicados:
Escribir “lindo” según los Qom de Chaco sería ONAXAIC, en cambio los que migraron de Chaco a Rosario lo escriben ONAGAYC (la letra G con apóstrofe), mientras que las 40 familias tobas que llegaron a la Localidad de Derqui (Buenos Aires) pertenecientes al Centro Comunitario Daviaxaiqui, el mismo término se escribe ONARAIC. Conflictos de un idioma que se encuentra en fase de discusión entre organismos, asociaciones y comunidades que no tienen oportunidades de unificar criterios en algún encuentro regional o provincial.
En la cooperativa no solamente se discute el uso apropiado de algunas letras, en algunos casos incluso los apóstrofes ubicados sobre ciertas consonantes (que modifican la pronunciación y con ello su significado), son motivos de controversia.

Por tal motivo inquietudes como las que se plantearon en la Biblioteca Qomlaqtaq requieren de escenarios urgentes y participaciones más directas. Una verdadera mesa redonda que vea ocupar en sus sillas a los paisanos que, por ascendencia y representatividad, se ganaron con respeto un lugar en cada comunidad. Principalmente este planteo es por los chicos, punto de reflexión de los ancianos chaqueños y rosarinos, que ven perder la lengua y no tienen elementos para practicarla.

No se trata de que solamente los adolescentes puedan escuchar los antiguos relatos o las historias de vida, como viene ocurriendo en Derqui, eso solo no alcanza, y el taller de lengua qom que desde hace un tiempo viene realizando Ana Medrano no es suficiente, si el escenario no se extiende hacia el terreno de la escuela pública, lo realizado en la biblioteca será una especie de bastión donde resguardarse del olvido, pero inevitablemente no podrá otorgar herramientas genuinas más allá de su círculo de acción.
La lengua debe practicarse pero no solo puertas adentro. Probablemente, cuando algún día se pueda realizar ese ansiado congreso, se empiecen a discutir variantes lingüísticas entre las comunidades, que eviten usos inapropiados en los pocos cursos de lengua “toba” que existen en el país.

domingo, 7 de febrero de 2010

Amoxcalli: las bibliotecas prehispánicas de los Nahuats

En América han pervivido narraciones míticas, crónicas nativas, conquistas militares y tradiciones históricas de numerosas culturas, entre ellas sobresalieron las de los Incas, Mayas y Aztecas. Los pueblos precolombinos poseyeron diversos sistemas de escritura 1 (ideográfica, pictográfica, calendárica, numeral, fonética) que manejaron utilizando pieles de venado, superficies de piedras y tiras de papel de amatl. En algunos casos se registraron códices con escritura jeroglífica, que constituían un verdadero sistema de transmisión de la cultura y un modo de fortalecer la continuidad de su universo. De este modo se conocieron obras impresionantes como el Popol Vuh o Libro del Conejo (escrito en lengua quiché) y la Tragedia Achi25 entre otros. Antes de la ocupación española, las civilizaciones mesoamericanas desarrollaron inscripciones o pinturas que representaban testimonios de culturas ancestrales. Para la elaboración de los manuscritos existieron los tlacuilos (en lengua Náhuatl “los que escriben pintando”) o escribanos, quienes perpetuaban el saber de la comunidad.
Según Alice Miranda3, bibliotecóloga venezolana, la necesidad de conservar estos manuscritos obligó a encontrar lugares para conservarlos, así nacieron las amoxcalli (“casa de documentos”), verdaderas bibliotecas prehispánicas que fueron destruidas durante la conquista española.
Probablemente constituyan el único ejemplo de recintos utilizados para la conservación de documentos antes de la introducción de la imprenta en el continente americano.

Analizando prácticas bibliotecarias, probablemente una postura, tal vez radical, en el caso de organizar una biblioteca dentro de una comunidad que cuente con usuarios Náhuatl o Pipiles por ejemplo, sería que esos estantes en vez de libros deberían tener piedras pintadas con información comunitaria. Otra lectura, no menos válida, optaría por una coexistencia; que en esos estantes convivan piedras con libros, lo cual fortalecería la idea de integración para que esa cultura evite el aislamiento y comparta conocimientos con otras realidades, algo así como un puente de comunicación entre culturas.

En Derqui hemos optado por este último caso. Valetín Moreno entiende que los libros significan para la comunidad un puente para los chicos, pero que para los adultos representan una instancia de diálogo y apertura. Antes de imaginar un espacio denominado Qomllalaqpi existía una biblioteca que significaba una herramienta de socialización para esta comunidad, un modo de darse a conocer, y a la vez poder comercializar sus productos. De esa intención inicial perviven dos aspectos propios de necesidades concretas por parte de los qom: diccionarios y manuales de texto. Los primeros fueron pedidos por los ancianos para legitimar variantes dialectales, los manuales eran consultados por los chicos para no tener que pagar fotocopias en el Instituto Cardenal Copello, a tan solo dos cuadras del Centro Comunitario.
Lo demás, lo estamos haciendo entre todos.

Bibliografía consultada:

1 Miguel Ángel Asturias. Función sagrada de los códices precolombinos En: El Correo de la UNESCO ,
Mayo-Junio 1986. p. 55-56.
2 Almanaque Mundial 1998 (1997) México, D.F.: Televisa
3 Miranda, Alice. ¿Dónde investigar la memoria de los grupos étnicos indígenas centroamericanos? En:
Encuentro Latinoamericano sobre la atención bibliotecaria a las comunidades indígenas. – México, D.F.:
2000. p.134-151.

martes, 2 de febrero de 2010

Culturas extinguidas...

Leyendas, mitos, tradiciones, cuentos, cosmovisiones, costumbres, lenguas…
Culturas extinguidas que nos hablan de historias familiares, rasgos étnicos, aprendizajes y enseñanzas: todo aquello que conforma una identidad, el sentido de pertenencia a una cultura, la conciencia histórica de un linaje y de un destino.
Patrimonios extinguidos para siempre, ancianos que se llevaron los recuerdos, memoria quemada, olvido que crece.

Algunos documentos certifican que numerosas culturas originarias de Argentina desaparecieron, divididos en grupos, tenemos los siguientes casos:

Regiones del Litoral y del Chaco, las etnias de los abipones, aguilotes, cainaróes, carcarañáes, chaná-timbúes, chandules o guaraníes del Delta del Paraná, cocolotes (guaykurues), gualachíes (kaíngangs), guaraníes de Santa Ana, mataráes, mbayás, payaguaés, querandíes, yaros y tapes (guaraniés). Dentro de la rama perteneciente a los wichis figuran los agoyáes o guisnay, taynoaés o noctenes y testas. Entre los grupos étnicos con vinculación al tronco vilela encontramos registro de los ataláes o atalayas, guamalcas, ipas, ocoles, pazaines, vacaas, y yecomoampas. Con respecto a la rama de los lules figuran los axostinés, casutinés, esistinés, guaxastinés, oristinés, toquistinés y tambostinés. De la rama perteneciente a los Charrúas o Kaíngangs se encuentran los bohanes. Con relación al tronco chaná figuran extintos los pueblos de los carcaráes, corondas, mepenes, timbúes y calcines. Luego tenemos los jaaukanigas o yaaucanigas (rama de los abipones) y los minuanes (rama de los charrúas). De las regiones del Noroeste, Centro, Cuyo y Patagonia hay informaciones de culturas extinguidas como las de los ayanpitín, capayanes, chichas, haush-manekenks, jujuyes, olongastas y yacampis.
Dentro de la rama lingüística del pueblo ocloya encontramos a los amanatas, apanatas, estoybalos, gaipetes, opras, osas, paypayas, tactacas y tilcalaisos. Asimismo del grupo de los jujuyes se desprenden las siguientes ramas: chirimanos, churumatas y palomos. Finalmente con respecto a los diaguitas existen dos ramas extintas: los pulares y los tucumanastas.

Un listado del olvido, cuya función estadística es cuantificar el olvido. Como una entre tantas, la lengua qom figura en el listado de la UNESCO en peligro de desaparición (junto a las lenguas mapuche, guaraní correntino, mocoví, wichí, chiriguano, pilagá, yagán y tehuelche). Pero entre estos pueblos aún quedan paisanos que se resisten a ser considerados fósiles por la sociedad.

Se sabe que muchas lenguas ya no tienen hablantes (entre ellas kunza, cacán, allentiac, millcayac, abipón, mbyá, charrúa, chaná, selk’nam, haush, manek’enk, gununa kune, teush y yagán), que otras lenguas, como la de los ahoni’kenk (tehuelches de Santa Cruz) y la de los qwasqar (alacalufes de la región austral) quedan menos de 30 hablantes para cada una, y que todavía algunos pueblos (como el qom, wichi, pilagá, mapuche o kolla) siguen sosteniendo, mediante investigaciones foráneas y prácticas comunitarias, el resguardo de sus voces.
La bibliotecología permite, con su corpus académico, facilitar herramientas para la preservación y recuperación de conocimientos, así también la radio comunitaria ha significado un modo genuino de fortalecer la identidad cultural, propiciando la posibilidad de difundir voces y generar una sinergia interesante con las prácticas lingüísticas, incluyendo en este movimiento el accionar docente y la educación intercultural bilingüe.

Por ende es preciso que la biblioteca, como institución gestora de la memoria humana, como mediadora entre la comunidad y el mundo exterior, como espacio de encuentro y vehículo de difusión, propenda a la equidad social, respetando las diferentes formas de conocimiento e integrándolas entre las etnias que conforman su radio de acción y servicio dentro de la comunidad.
Brindar un servicio, después de todo, de eso se trata.

Nota: la imagen de esta entrada corresponde a Piedra Grande, Córdoba. Algunos lugareños presumen que los morteros que aparecen en la fotografía fueron utilizados por los Ayampitin, cultura que antecedió a los comechingones, para consumo de plantas sagradas.