domingo, 7 de febrero de 2010

Amoxcalli: las bibliotecas prehispánicas de los Nahuats

En América han pervivido narraciones míticas, crónicas nativas, conquistas militares y tradiciones históricas de numerosas culturas, entre ellas sobresalieron las de los Incas, Mayas y Aztecas. Los pueblos precolombinos poseyeron diversos sistemas de escritura 1 (ideográfica, pictográfica, calendárica, numeral, fonética) que manejaron utilizando pieles de venado, superficies de piedras y tiras de papel de amatl. En algunos casos se registraron códices con escritura jeroglífica, que constituían un verdadero sistema de transmisión de la cultura y un modo de fortalecer la continuidad de su universo. De este modo se conocieron obras impresionantes como el Popol Vuh o Libro del Conejo (escrito en lengua quiché) y la Tragedia Achi25 entre otros. Antes de la ocupación española, las civilizaciones mesoamericanas desarrollaron inscripciones o pinturas que representaban testimonios de culturas ancestrales. Para la elaboración de los manuscritos existieron los tlacuilos (en lengua Náhuatl “los que escriben pintando”) o escribanos, quienes perpetuaban el saber de la comunidad.
Según Alice Miranda3, bibliotecóloga venezolana, la necesidad de conservar estos manuscritos obligó a encontrar lugares para conservarlos, así nacieron las amoxcalli (“casa de documentos”), verdaderas bibliotecas prehispánicas que fueron destruidas durante la conquista española.
Probablemente constituyan el único ejemplo de recintos utilizados para la conservación de documentos antes de la introducción de la imprenta en el continente americano.

Analizando prácticas bibliotecarias, probablemente una postura, tal vez radical, en el caso de organizar una biblioteca dentro de una comunidad que cuente con usuarios Náhuatl o Pipiles por ejemplo, sería que esos estantes en vez de libros deberían tener piedras pintadas con información comunitaria. Otra lectura, no menos válida, optaría por una coexistencia; que en esos estantes convivan piedras con libros, lo cual fortalecería la idea de integración para que esa cultura evite el aislamiento y comparta conocimientos con otras realidades, algo así como un puente de comunicación entre culturas.

En Derqui hemos optado por este último caso. Valetín Moreno entiende que los libros significan para la comunidad un puente para los chicos, pero que para los adultos representan una instancia de diálogo y apertura. Antes de imaginar un espacio denominado Qomllalaqpi existía una biblioteca que significaba una herramienta de socialización para esta comunidad, un modo de darse a conocer, y a la vez poder comercializar sus productos. De esa intención inicial perviven dos aspectos propios de necesidades concretas por parte de los qom: diccionarios y manuales de texto. Los primeros fueron pedidos por los ancianos para legitimar variantes dialectales, los manuales eran consultados por los chicos para no tener que pagar fotocopias en el Instituto Cardenal Copello, a tan solo dos cuadras del Centro Comunitario.
Lo demás, lo estamos haciendo entre todos.

Bibliografía consultada:

1 Miguel Ángel Asturias. Función sagrada de los códices precolombinos En: El Correo de la UNESCO ,
Mayo-Junio 1986. p. 55-56.
2 Almanaque Mundial 1998 (1997) México, D.F.: Televisa
3 Miranda, Alice. ¿Dónde investigar la memoria de los grupos étnicos indígenas centroamericanos? En:
Encuentro Latinoamericano sobre la atención bibliotecaria a las comunidades indígenas. – México, D.F.:
2000. p.134-151.

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